siempre es más fácil.
El enemigo está dormido,
un nuevo día empieza
y tienes el factor sorpresa.
El problema es
cuando no suena el despertador,
o cuando te confundes de enemigo,
o cuando no quieres ganar.
En ese caso,
es mejor atacar por la noche,
porque cuando el sol
se pone
todas las derrotas
son menos derrotas,
y todas las victorias
saben un poco más
a ti.
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