jueves, 22 de marzo de 2012

Sólo una posibilidad más.

   Puede que, si las circunstancias son propicias y el tiempo lo permite; si todo encaja y nada falta ni falla, en algún momento, instante, contexto quepa la remota y poco probable posibilidad, más condicional que realista, más fantasiosa que posible y, seamos realistas,  más hipotética que veraz, de que los condicionales y circunstanciales azares de la realidad salven sus diferencias con lo plausible y se fundan dando así el suero que disuelva a los confusos pero densos rencores que conmigo mismo tengo, permitiendo al fin que la sangre vuelva a correr por mis venas e inunde mi corazón.


   Hasta entonces, esperaré donde estoy...


                                                          ...Donde tú me dejaste.

martes, 13 de marzo de 2012

Tintes de almíbar.

Me duele el aire que entra en mi cuerpo al respirar,
me duele el orgullo que me persigue, que me ciega y me hace tropezar.
Dime tú, ¿dónde está la sangre que se fundió con la arena?
Contéstame al menos, si la última palabra merece la pena.
Alza tu vista y dime que ves lo que sólo se ve si se dice,
sólo poniéndole nombre, sólo susurrándolo, sólo así es,
y vive.
Vive en el siempre de un espejo de tiempo intangible,
es en un reflejo sin testigos, pues no son si no en convite.
Dulce vagar de lo que escapa como sólo la lluvia escapa,
de lo que nunca acaece ni termina, tal es su estampa.
Tú, sedúceme y corrómpeme, se mi excusa sin condición,
se el recuerdo que me recuerda olvidar,
que las cosas olvidadas, de mero estar sin ser,
tienen la última palabra, aunque carezcan de perdón.

sábado, 10 de marzo de 2012

Puntos de vista.

   Tenía una buena vista desde allí. En aquel bar, un poco al fondo en las últimas mesas notoriamente más gastadas por el paso del tiempo,  me mantenía oculto de las curiosas miradas de los habituales del bar, mas sin llegar a perder la noción de lo que me rodeaba. Inmerso en mis líneas, alternaba sorbos entre un café ya medio frío que se ahogaba en sus últimas gotas y miradas al ventanal de la entrada del café que, aunque lejos de mi, me acercaba a los transeúntes solitarios que caminaban bajo la lluvia. Esa lluvia... los convertía en simples espectros; ausencias difuminadas bajo el manto  de agua que caía implacable sobre las ya pulidas calles y que me permitía ver sin ser visto. Invitaba a la reclusión y al pensamiento como sólo la lluvia puede hacer, y sin embargo no era capaz de bajar la mirada, atraído por ese magnetismo que producen las cosas que carecen de más propósito que el de su existencia. Sólo oía algún que otro ruido de la máquina de café y de algún pocillo vacío posándose sobre un plato color blanco marfil y, de fondo,  el ruido de las pequeñas gotas de agua que, luchando contra las aceras en una batalla perdida ya de antemano, se rompían contra la dura superficie inundando mi conciencia.
   Mis ojos vieron entonces una discreta figura que se había mantenido quieta desde el principio, pero que mis ojos no habían llegado a ver. Un pequeño perro me miraba desde el otro lado del vidrio, empapado aunque impasible bajo su calado cuerpo.Qué forma tenía de mirarme...  No llegaba a ver sus ojos desde la distancia, pero los sentía; los sentía mirándome, observándome, rodeándome casi como si fueran míos.
   Ese perro, esos ojos, esa lluvia, esa calle, ese café, ese cristal, ese hombre que me miraba desde el interior con sus extraños ojos negros, esos ojos negros que sin saber por qué me resultaban tan familiares... Derrepente tomé conciencia del frío que hacía y de que estaba empapado. Decidí irme, la mirada de aquel hombre comenzaba a inquietarme.

domingo, 4 de marzo de 2012

El tiovivo.

   Sinceramente no creo que sirva de nada preocuparse por el futuro. Déjame que me explique: nosotros somos dueños de nuestro pasado, y del presente nadie tiene las riendas, pero ¿el futuro? Reconozco que es algo demasiado ajeno a mí como para sentirme angustiado por lo que me pueda deparar. Lo cierto es que yo creo que no somos más que una composición de todas las cosas que nos rodean y que nos han ido rodeando a lo largo de nuestras vidas. Piénsalo. ¿No te suena maravilloso pensar que no somos más que un conjunto colores, fragancias, texturas, sabores, sensaciones, ambientes, sonidos, ruidos... todos mezclados en una especia de atracción de feria que de tanto girar ya no se puede distinguir las partes? ¡Un tiovivo! Eso es. Es algo así como si nuestras vidas fueran un tiovivo, cada uno con sus propios caballitos, colores y música,  que unas veces gira sobre sí mismo, y otras veces se deja llevar por los diferentes parajes que ante sí se van descubriendo. ¿Montamos? Tú no te preocupes por nada, yo me encargo de todo. En este tiovivo todo es posible. Podemos ir a donde te apetezca. Si quieres un viaje por este parque de atracciones, yo te llevo. Si quieres mirar a las nubes y que sean ellas quienes te quieran buscar el sentido a ti, yo haré que así sea. Embarquémonos en este loco carrusel de caballitos que sueñan con ser libres y escuchemos las historias que nos quieran contar. Hagámonos sus amigos y confidentes, pues son ellos quienes nos han de llevar por el devenir de nuestras vidas, ¿quieres venir? Yo te invito. Sólo dejemos que el ruido de fondo nos acune en su mecedora monotonía, y antes de que nos demos cuenta estaremos a lomos de los caballos del tiovivo...
   Bonita teoría, ¿No te parece? Pero... ¿y si no fuera sólo una teoría?  Quien sabe, supongo que de falsas esperanzas también se puede vivir...