Vivo,
luego
pienso.
Duele,
luego
debo de estar vivo.
Vivo,
y
sigo depatriado de mis sentidos,
sigo
exiliado de mis instintos,
sigo
agazapado
bajo
el reflejo
de
los espejos
en
los que nunca me miré.
Sigo
privado
de
lo que me haría ser yo,
si
yo
fuese
yo,
sigo
echando balones fuera
y
sigo sin poder evitar
la
sensación del niño
al
que se le queda la pelota en un árbol.
Cada
vez que la recupero
me
digo que esta vez la cuidaré,
cada
vez que la cuido
me
percato de que los balones
no
están hechos para ser cuidados,
si
no disfrutados,
y
cada vez que lo disfruto
lo
acabo encallando en un árbol
más
alto que la vez anterior.
Cada
vez me cuesta más recuperarlo,
y
se apodera de mi
un
miedo atroz a caerme
cada
vez que lo tengo que ir a buscar,
cada
vez que me tengo que redimir
por
los balones que echo fuera,
cada
vez que me tengo que compensar
por
todas las veces
en
las que no aguanto la espera.
Cuando
me duelo mucho,
me
huyo,
y
poco a poco
voy
conociendo mundo
mientras
no dejo de perseguir aquello
de
lo que escapo.
En
los lugares por los que paso
me
voy quitando espinas,
pero
sin discernir demasiado bien
si
cada espina que me arranco
cae
en yermo suelo
o
se me clava en otra parte de mi ser,
con
lo que así ando
en
un eterno hacerme autovudú
del
cual no tengo claro
si
no salgo por no saber
o
por no querer.
Dicen
que un clavo quita otro clavo,
pero
yo siento padecer
que
las heridas
no
funcionan
bajo
el mismo
mecanismo,
y
por mucho que me martilleo la cabeza
no
logro que cese el martirio de mi pecho.
Ahora,
además
de dolerme los sentimientos,
también
me escuecen las ideas,
además
de sufrir por los latidos
que
no quieren volver
también
sufro
por
los pensamientos que no se quieren ir,
a
todo lo que siempre quise evitar
se
le ha sumado
la
marcha de todo aquello
que
nunca quise dejar ir.
A
veces
dudo
de la veracidad
de
mi propia existencia,
y
la única contraargumentación
con
la que puedo desbaratar mis desvaríos
son
los textos
que
un día escribí,
las
ideas
que
en alguna ocasión elucubré,
los
sentimientos
que
en algún momento padecí.
Me
pienso,
me
duelo,
y
se me van las dudas.
Indudablemente
sigo
vivo,
inexplicablemente
sigo
en pie.
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