Todo cuanto la mente ingenia,
todo cuanto los ojos no ven,
lo que de mero esconderse se enseña,
lo que las manos añoran de ayer.
Todo lo que en vida se esquiva,
aquello que aún muriendo se teme,
todo ello a la vez, se exilia
cuando siento tu piel en mi piel.
Y me río yo de armaduras,
del pasado y de sus ataduras,
del tiempo y de su frenesí.
Ante ti no hay escudo que valga,
no hay pena que pese en el alma,
no hay reloj que marchite tu abril.
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