domingo, 29 de mayo de 2016

Sopa de chinchetas.



Estoy a la deriva
y no encuentro los manguitos.
El mar abierto
me da claustrofobia
y no,
no quiero aprender a nadar.

Tengo un poco de agua,
una bengala,
21 chinchetas
y mucho tiempo.
Con el agua
he regado las algas
a ver si me dan
algo de sombra;
la bengala
descansa en las profundidades
(no quería provocar
un incendio en la balsa),
y con las chinchetas
me he hecho una sopa de mar
que me ha quedado
ligeramente sosa.

Menos mal
que soy inmortal,
porque con el tiempo,
con todo este tiempo,
si que no se qué hacer,
y no se si aguantaría
toda una vida
a la deriva
sin tirarme al mar.

Menos mal
que soy inmortal.

domingo, 15 de mayo de 2016

Lo debido.

Todo cuanto la mente ingenia,
todo cuanto los ojos no ven,
lo que de mero esconderse se enseña,
lo que las manos añoran de ayer.

Todo lo que en vida se esquiva,
aquello que aún muriendo se teme,
todo ello a la vez, se exilia
cuando siento tu piel en mi piel.

Y me río yo de armaduras,
del pasado y de sus ataduras,
del tiempo y de su frenesí.

Ante ti no hay escudo que valga,
no hay pena que pese en el alma,
no hay reloj que marchite tu abril.

jueves, 5 de mayo de 2016

Verde.

Vivo,
luego pienso.
Duele,
luego debo de estar vivo.
Vivo,
y sigo depatriado de mis sentidos,
sigo exiliado de mis instintos,
sigo agazapado
bajo el reflejo
de los espejos
en los que nunca me miré.
Sigo privado
de lo que me haría ser yo,
si yo
fuese yo,
sigo echando balones fuera
y sigo sin poder evitar
la sensación del niño
al que se le queda la pelota en un árbol.
Cada vez que la recupero
me digo que esta vez la cuidaré,
cada vez que la cuido
me percato de que los balones
no están hechos para ser cuidados,
si no disfrutados,
y cada vez que lo disfruto
lo acabo encallando en un árbol
más alto que la vez anterior.
Cada vez me cuesta más recuperarlo,
y se apodera de mi
un miedo atroz a caerme
cada vez que lo tengo que ir a buscar,
cada vez que me tengo que redimir
por los balones que echo fuera,
cada vez que me tengo que compensar
por todas las veces
en las que no aguanto la espera.

Cuando me duelo mucho,
me huyo,
y poco a poco
voy conociendo mundo
mientras no dejo de perseguir aquello
de lo que escapo.
En los lugares por los que paso
me voy quitando espinas,
pero sin discernir demasiado bien
si cada espina que me arranco
cae en yermo suelo
o se me clava en otra parte de mi ser,
con lo que así ando
en un eterno hacerme autovudú
del cual no tengo claro
si no salgo por no saber
o por no querer.

Dicen que un clavo quita otro clavo,
pero yo siento padecer
que las heridas
no funcionan
bajo el mismo
mecanismo,
y por mucho que me martilleo la cabeza
no logro que cese el martirio de mi pecho.
Ahora,
además de dolerme los sentimientos,
también me escuecen las ideas,
además de sufrir por los latidos
que no quieren volver
también sufro
por los pensamientos que no se quieren ir,
a todo lo que siempre quise evitar
se le ha sumado
la marcha de todo aquello
que nunca quise dejar ir.

A veces
dudo de la veracidad
de mi propia existencia,
y la única contraargumentación
con la que puedo desbaratar mis desvaríos
son los textos
que un día escribí,
las ideas
que en alguna ocasión elucubré,
los sentimientos
que en algún momento padecí.

Me pienso,
me duelo,
y se me van las dudas.
Indudablemente
sigo vivo,
inexplicablemente
sigo en pie.