Hay
que suicidarse más. Hay que destruirse más. Hay que buscar más la
línea que separa la autocrítica de la autodestrucción y
sobrepasarla sin contemplaciones, pasar sobre ella con el mismo
ímpetu con que se defiende algo que no se entiende, pero se siente; cruzarla sin prestarle apenas atención haciendo de la inmutabilidad
con la que la atravesamos nuestro mayor impulso. No se puede mejorar
aquello que no se respeta, es imposible luchar con amor por aquello
que no se ama y es enteramente falso pretender decir que algo es tuyo
cuando ni lo has construido con tus manos, ni lo has pagado con tu
dinero, ni te lo has ganado con tu sudor, si no que te lo han
regalado ya construido, ya pagado y ya amoldado para que lo tomes y
lo muestres con el orgullo con que se lucen las cosas que solo sirven
para eso, para ser lucidas y nada más.
No
se puede vivir en una casa prefabricada, amueblada vía Ikea y
situada en una parcela perfectamente delimitada y vecina de otras
miles de viviendas iguales y pretender decir que es única por el
mero hecho de ser tuya. Tienes que destruir la casa para así poder
decir de verdad que es tuya. Este montón de ceniza es enteramente
mío, es total y absolutamente mío porque yo lo he creado, yo he
iniciado el fuego que ha resultado en estas cenizas y yo lo he
apagado. Solo entonces podrás, edificar unos nuevos cimientos,
mandar a tomar por culo los planos antiguos y escoger la técnica de
construcción, escoger el color y la planta, los pisos, los muebles y
las cortinas, la luz, las lámparas y las marquesinas, escoger
verdaderamente cómo va a ser tu hogar en absolutamente todos sus
aspectos. Si tras todo esto quieres hacerte una casa prefabricada,
amueblada vía Ikea y situada en una parcela perfectamente delimitada
y vecina de otras miles de viviendas iguales, entonces si, la
decisión será tuya, pero ya no la de otros.
No
se puede cambiar el color de las cortinas y decir que has construido
el edificio, exactamente de la misma manera que no puedes escoger
entre cuatro grupos de música, tres maneras de vestir y dos partidos
políticos y luego decir que solo hay uno como tú, que eres único y
que tu mente es enteramente independiente. Si así lo quieres,
quémala. Si de verdad te quieres, quémate. Destruye tu mente y duda
de todo lo que sepas, duda de todo y sobre todo de aquello acerca de
lo que no tengas duda, y cuando solo tengas cenizas en tu cabeza,
cuando respires aire y de ti salga humo, cuando solo te quede suelo
yermo en tu cabeza, siéntate. Lee. Aprende. Coge todo aquello que
aborreces e intenta entenderlo, observa a todos aquellos que te
repugna e intenta intenta comprenderlos, busca la persona que más te
odie en el mundo y pídele que te enseñe a odiarte. Ahora, que eres
todo ceniza, todo barro y todo agua, tienes la mejor materia prima
para construir el mayor de los castillos, la más impresionante de
las fortalezas, o la más humilde de las chozas. En cualquier caso,
solo entonces podrás decir que tu casa las has hecho tú. Que tu
cabeza las has hecho tú. Que tú eres tú. Antes, habrás sido el
producto de todo lo que te ha pasado mezclado con lo que te han
contado, lo que has visto y lo que has sido capaz de copiar.
Destrúyelo y entiende que eres mediocre, porque cuando tú mismo
sientes que eres insignificante en tu estupidez, incultura e
inconsciencia, puedes dedicarte enteramente a aprender. Y si algo
tengo claro es que cuando alguien, sea quien sea y venga de donde
venga, tiene como única y máxima prioridad aprender, entonces esa
persona es simplemente
INVENCIBLE.
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