viernes, 1 de abril de 2016

Invencible.

 Hay que suicidarse más. Hay que destruirse más. Hay que buscar más la línea que separa la autocrítica de la autodestrucción y sobrepasarla sin contemplaciones, pasar sobre ella con el mismo ímpetu con que se defiende algo que no se entiende, pero se siente; cruzarla sin prestarle apenas atención haciendo de la inmutabilidad con la que la atravesamos nuestro mayor impulso. No se puede mejorar aquello que no se respeta, es imposible luchar con amor por aquello que no se ama y es enteramente falso pretender decir que algo es tuyo cuando ni lo has construido con tus manos, ni lo has pagado con tu dinero, ni te lo has ganado con tu sudor, si no que te lo han regalado ya construido, ya pagado y ya amoldado para que lo tomes y lo muestres con el orgullo con que se lucen las cosas que solo sirven para eso, para ser lucidas y nada más.

No se puede vivir en una casa prefabricada, amueblada vía Ikea y situada en una parcela perfectamente delimitada y vecina de otras miles de viviendas iguales y pretender decir que es única por el mero hecho de ser tuya. Tienes que destruir la casa para así poder decir de verdad que es tuya. Este montón de ceniza es enteramente mío, es total y absolutamente mío porque yo lo he creado, yo he iniciado el fuego que ha resultado en estas cenizas y yo lo he apagado. Solo entonces podrás, edificar unos nuevos cimientos, mandar a tomar por culo los planos antiguos y escoger la técnica de construcción, escoger el color y la planta, los pisos, los muebles y las cortinas, la luz, las lámparas y las marquesinas, escoger verdaderamente cómo va a ser tu hogar en absolutamente todos sus aspectos. Si tras todo esto quieres hacerte una casa prefabricada, amueblada vía Ikea y situada en una parcela perfectamente delimitada y vecina de otras miles de viviendas iguales, entonces si, la decisión será tuya, pero ya no la de otros.

No se puede cambiar el color de las cortinas y decir que has construido el edificio, exactamente de la misma manera que no puedes escoger entre cuatro grupos de música, tres maneras de vestir y dos partidos políticos y luego decir que solo hay uno como tú, que eres único y que tu mente es enteramente independiente. Si así lo quieres, quémala. Si de verdad te quieres, quémate. Destruye tu mente y duda de todo lo que sepas, duda de todo y sobre todo de aquello acerca de lo que no tengas duda, y cuando solo tengas cenizas en tu cabeza, cuando respires aire y de ti salga humo, cuando solo te quede suelo yermo en tu cabeza, siéntate. Lee. Aprende. Coge todo aquello que aborreces e intenta entenderlo, observa a todos aquellos que te repugna e intenta intenta comprenderlos, busca la persona que más te odie en el mundo y pídele que te enseñe a odiarte. Ahora, que eres todo ceniza, todo barro y todo agua, tienes la mejor materia prima para construir el mayor de los castillos, la más impresionante de las fortalezas, o la más humilde de las chozas. En cualquier caso, solo entonces podrás decir que tu casa las has hecho tú. Que tu cabeza las has hecho tú. Que tú eres tú. Antes, habrás sido el producto de todo lo que te ha pasado mezclado con lo que te han contado, lo que has visto y lo que has sido capaz de copiar. Destrúyelo y entiende que eres mediocre, porque cuando tú mismo sientes que eres insignificante en tu estupidez, incultura e inconsciencia, puedes dedicarte enteramente a aprender. Y si algo tengo claro es que cuando alguien, sea quien sea y venga de donde venga, tiene como única y máxima prioridad aprender, entonces esa persona es simplemente

INVENCIBLE.

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