Tienen mala suerte
los galones de los depatriados
que por querer lo que quisieron
ya no tienen dónde caer.
Medallita en el pecho.
Condecoraciones imborrables
con glamour de terraplén.
Y se sienten únicos
los que hicieron lo impensable
por milmillonésima vez.
Las almohadas padecen
por los sueños que criaron
viendo que las pesadillas que los siguieron
tanto dieron en vencer.
Los brindis ya no saben
tan bien como cuando tú eras
quien llenaba las copas,
con sangre propia, no con otra
que las venas, como las ideas,
están para poderse romper.
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