Como un espejo insaciable
al que ya nadie mira
pero sigue trabajando.
Ando,
como una almohada decapitada
en busca de su cabeza favorita.
Grita,
como un pasamanos añorante
de las caricias que le daban.
Hablaban,
metáforas que no se entendían
cuando en los espejos se miraban.
Y no entendían
y sin embargo,
seguían significando.
Y yo
ando,
gritto
y hablo
y curiosamente,
tampoco entiendo,
pero inconscientemente,
sigo significando.
Sin darme cuenta,
como con la imaginación
lo que no puedo con la boca,
lo que no llena el estómago,
lo que no palpo con la piel,
pero alimenta el alma
a costa del hambre,
y engorda el espíritu,
tan solo
exigiendo
coherencia.
A veces,
no compensa ser coherente.
Por eso,
a veces
ni estoy, ni soy, ni nada.
y simplemente escribo
hasta que vuelva a compensar
o hasta que se me pase el hambre.
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