No se caminar de otra forma que no sea la de alternar senderos y confundir parajes, la de aguantar la respiración cuando algo huele bien, la de avanzar pase lo que pase sin saber a donde ni por qué. Si alguna vez tuve un mapa lo perdí, ahora me muevo bajo improvisadas coordenadas y con una brújula sin aguja que se desvive por señalar el norte perdido. La aguja la tengo clavada, no se donde, pero en su búsqueda voy quitándome espinas como quien corta cables a la espera de que alguno haga explotar o desactive la bomba que vive bajo este montón de costillas.
Hasta entonces, simplemente camino.
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